viernes, 18 de octubre de 2013

La ciencia del alma

La ciencia del alma. Locura y Modernidad en la cultura española del siglo XIX. Enric Novella. Iberoamericana/Vervuert, Madrid, 2013. 224 pp.
RAFAEL NÚÑEZ FLORENCIO
El Cultural, 11-10-2013.

Los estudios sobre la inserción de la medicina en la sociedad tienen una brillante tradición en nuestro país, que siempre ha contado con un destacado elenco de médicos con inquietudes humanistas y de historiadores con sensibilidad hacia esa faceta científica. Baste recordar, sin remontarnos excesivamente en el tiempo, nombres de la talla de Laín Entralgo, López Piñero, García Ballester, Luis S. Granjel, los hermanos Peset o Diego Gracia. En el ámbito específico de la medicina mental tampoco han faltado notables investigadores, como algunos de los antes mencionados y también Raquel Álvarez, Rafael Huertas, Antonio Rey, González Duro o Álvarez-Uría, por citar diversos autores casi a vuelapluma y admitiendo que dejo muchos otros nombres ilustres en el tintero. Buena parte de ellos han trabajado en el marco del CSIC, del que procede también Enric Novella, filósofo y médico que hace aquí además las funciones de historiador para trazar un cuadro detallado de los primeros pasos de la pomposamente denominada -con la inevitable retórica decimonónica- “ciencia del alma”: lo que hoy llamaríamos, de modo más llano, los inicios o la prehistoria de la psiquiatría en España.
Las consideraciones anteriores no son gratuitas porque el primer y principal acierto de Novella en esta obra es situar adecuada y meticulosamente la eclosión hispana del “alienismo” -fiel aunque pálido reflejo de lo que sucedía en otros países europeos del entorno- en el contexto de la cultura de la época, es decir, una sociedad española, la de mediados del XIX, en la que las nuevas corrientes y la mentalidad positivista en general luchaban arduamente por abrirse camino entre las rémoras de la tradición, la rutina, el autoritarismo y el dogmatismo religioso. El objetivo fundamental en esas circunstancias era lograr la conversión de la figura vulgar del “loco” en “sujeto psicológico” que requería no sólo un estudio específico sino, lo que es más importante, una atención y un tratamiento que sólo un especialista le podía proporcionar. Ese especialista, el médico, reclamaba para sí -para su profesión- un rol y un reconocimiento inéditos en aquel ambiente. Se trataba en suma de la “medicalización” progresiva de un dominio, el del alma, que hasta entonces había estado en manos del pensamiento especulativo y la religión.
Con un enfoque marcadamente empírico y una decidida voluntad sintética -el libro no llega a las doscientas páginas de texto, descontando índice y bibliografía-, Novella hace un recorrido minucioso por esos discursos y prácticas, o sea, las nuevas formas de entender y abordar la perturbación mental, demorándose en el análisis de las publicaciones periódicas y la literatura científica de la época, en la que va abriéndose paso, con dificultad, la “nueva percepción de la locura”. No se pierde de vista en ningún momento el hecho de que dichos enfoques renovadores solo tienen sentido en una época y un contexto -para entendernos, el marco de la sociedad liberal- en los que, aunque sea a trancas y barrancas, resulta patente que gana peso específico una opinión pública que acoge como irrenunciables los principios de libertad, progreso y emancipación de todos los seres humanos.
No hace falta subrayar que la moderna medicina mental se abrió paso en nuestro país con mayores dificultades y resistencias que en los países limítrofes más avanzados, por razones que a todos se nos alcanzan. Pese a ello, un puñado de médicos (no solo alienistas, sino también higienistas y forenses, entre otros) luchó denodadamente para que los nuevos enfoques alcanzaran una consolidación que, ya a fines del XIX, mostraba bien a las claras que no tenía retorno posible. Con todo, es notorio que el proceso de modernización en el caso hispano no pudo desprenderse de un fuerte aroma conservador, producto de los prejuicios seculares. En este sentido, la tentación de asociar causalmente locura y civilización moderna fue irresistible, hasta el punto de que se convirtió durante la segunda mitad del siglo, como documenta Novella, “en un lugar común del pensamiento conservador español”.