jueves, 16 de enero de 2014

Pueblo y Nación


Pueblo y Nación. Homenaje a José Álvarez Junco. Javier Moreno Luzón y Fernando del Rey, eds. Taurus, Madrid, 2013. 415 pp.
RAFAEL NÚÑEZ FLORENCIO
El Cultural, 10-1-2014, p. 22.
http://www.elcultural.es/version_papel/LETRAS/33948/Pueblo_y_nacion_Homenaje_a_Jose_Alvarez_Junco

La trayectoria intelectual de José Álvarez Junco (Viella, 1942) presenta algunas peculiaridades notables en el contexto español. En primer término, decimos trayectoria “intelectual” y no “historiográfica” porque Álvarez Junco es uno de los investigadores españoles que más han recomendado (y, en su caso concreto, más fructíferamente han aplicado) la interdisciplinariedad como requisito indefectible del científico social en nuestros días. Como historiador ha incorporado recursos y contribuciones de la ciencia política, la sociología o la antropología, entre otras ramas, para comprender y explicar en todas sus facetas la complejidad de los fenómenos sociales. En segundo lugar, Álvarez Junco es uno de los intelectuales españoles que más han clamado contra el ensimismamiento científico español y, predicando también con el ejemplo (ha sido profesor durante largos años en prestigiosos centros europeos y estadounidenses), ha insistido incansablemente en la necesidad de abrirse a otros ámbitos y otros idiomas para “contar algo” y “ser alguien” en los más importantes foros internacionales. Como él mismo reconoce, se trata de un esfuerzo ímprobo, en el que casi todo queda aún por hacer, como muestra la valoración de las Universidades españolas en el ranking mundial.
El tercer factor que merece destacarse en Álvarez Junco es su decidida voluntad de renovación historiográfica que tiene como punto de partida su manifiesto rechazo a los tópicos y esquemas preestablecidos. De ahí su cuestionamiento de un marxismo anquilosado y su propuesta de superar categorías tradicionales de la historia del movimiento obrero (“revolución burguesa”, “empirismo ingenuo”) por planteamientos más abiertos y comprensivos. Por último –aunque ello no agote ni mucho menos el apartado de rasgos distintivos de nuestro autor- debe mencionarse que lo más importante de todo, su producción científica propiamente dicha, presenta también rasgos singulares en un medio, como el español, en el que ha sido frecuente que los profesores rentabilicen durante buena parte de su vida académica un determinado filón o agoten ad nauseam una temática muy concreta. Lejos de esa inercia, Álvarez Junco ha estado siempre alerta a nuevos caminos y desafíos, desde aquella lejana obra maestra, imprescindible para todos los que hemos abordado la cosmovisión ácrata, que fue La ideología política del anarquismo español (S. XXI, 1976).
En vez de seguir por cauces trillados, Álvarez Junco preparó durante diez años un exhaustivo análisis del populismo español tomando como referencia la controvertida figura del primer Lerroux. Como sucedió con el libro sobre el anarquismo, El Emperador del Paralelo. Lerroux y la demagogia populista (Alianza, 1990) se convirtió desde su aparición en una obra de referencia imprescindible sobre el tema. Fiel a su trayectoria inquieta, nuestro autor abordó en su tercera gran obra una temática distinta, el no menos peliagudo asunto del nacionalismo. Una vez más, se propuso abordar una cuestión medular, la formación del nacionalismo español. Mater dolorosa. La idea de España en el siglo XIX (Taurus, 2001) fue saludada con entusiasmo desde su aparición y se convirtió igualmente en un trabajo de cita obligada para todo estudio ulterior del fenómeno. La más reciente aportación de Álvarez Junco –en este caso en colaboración con otros tres historiadores- ha sido una brillante síntesis de las concepciones historiográficas hispanas que acaba de aparecer este mismo año como último volumen de la magna Historia de España de las editoriales Crítica y M. Pons con el título de Las historias de España. Visiones del pasado y construcción de la identidad.
Todo esto que acabo de sintetizar es lo que de una forma u otra se trata en este volumen en el que algunos colegas, discípulos y colaboradores del Álvarez Junco le rinden un merecido tributo de amistad y admiración con motivo de su teórica jubilación. La obra, además de un cariñoso preámbulo y una semblanza personal a modo de colofón, está articulada en tres bloques que corresponden, como antes se ha dicho, a tres de las principales aportaciones del homenajeado: la renovación historiográfica, el populismo y el nacionalismo. Volumen interesante por los temas que se abordan y por la calidad de los participantes, resulta tener a la postre un tono excesivamente complaciente y laudatorio con un autor que, paradójicamente, siempre ha sido adalid de la crítica y el debate franco como armas indispensables de la investigación científica.

miércoles, 15 de enero de 2014

El legado de Linz

EL LEGADO DE LINZ
Juan José Linz: Obras escogidas. Edición de José Ramón Montero y Thomas Jeffrey Miley. Centro de Estudios Políticos y Constitucionales. Madrid, 2013. Vol. V: Economía y empresarios en España, LXXXII + 1230 pp. Vol. VI: Partidos y elites políticas en España, LXIV + 1160 pp. Vol. VII: Historia y sociedad en España, C + 652 pp.
RAFAEL NÚÑEZ FLORENCIO
Revista de libros, diciembre 2013.
http://www.revistadelibros.com/vitrinas/el-legado-de-linz

La R.A.E. define el término “legado” asociándolo sin cortapisas a la disposición testamentaria, como “aquello que se deja o transmite a los sucesores, sea cosa material o inmaterial”. La triste noticia del fallecimiento de Juan José Linz (Bonn, 1926-New Haven, 2013) nos permite recuperar el significado profundo de ese concepto para aplicarlo con determinación a esta monumental edición de las Obras escogidas (que no “completas”) que han realizado en siete gruesos volúmenes y a lo largo de varios años los profesores J. R. Montero y T. J. Miley. Es verdad que, como enseguida argüirían los colaboradores y personas más cercanas a Linz, sería injusto limitar el alcance del legado del eminente sociólogo a este conjunto de letra impresa, siendo esta de por sí una impresionante recopilación de obras que en cantidad y, sobre todo, en calidad (en aportaciones originales, para ser más exactos) no podríamos alcanzar ni en sueños la mayoría de los que nos dedicamos a las ciencias sociales. Y digo que sería injusto porque la letra impresa, aunque no sea letra muerta y pueda transmitirnos lo esencial del conocimiento y la investigación, es incapaz de transmitirnos (o, si lo prefieren, es muy difícil que lo haga) los matices de vida, de pasión, de curiosidad y desafío intelectual que proporciona el contacto directo, es decir, el contacto con el maestro, con la capacidad pedagógica y las cualidades esclarecedoras que despliega el gran investigador que es, a la vez, un gran comunicador.
Y hay que reconocer que Linz era todas estas cosas en su máxima expresión. No sólo un gran científico sino un consumado transmisor de sus vastos conocimientos (a veces, si se lo proponía, hasta excelente divulgador) y, a la postre, como corolario de todo ello, un maestro en el sentido integral del concepto. Por eso se habla con razón en casos como este de “pérdida irreparable” (y no hablo, obviamente, de la esfera personal, porque la ausencia es por definición irremplazable) sino que me mantengo estrictamente en el plano intelectual: quiero decir que, aunque nos quede la obra, quedamos huérfanos de una parte fundamental del autor, la que estaba ligada a su vida, a su actividad pedagógica, a la capacidad de generar entusiasmo a su alrededor o, por formularlo rotundamente, en una palabra, a su magisterio cotidiano. Precisamente con ese título o, para expresarme con más precisión, empleando ese sustantivo, el de magisterio, publiqué en las páginas de esta revista (no páginas on-line como ahora, sino páginas de impresión tradicional, con la consistencia tangible del papel) un largo artículo que saludaba la aparición de los dos primeros volúmenes de estas Obras escogidas y se felicitaba calurosamente por la iniciativa.
En dicha reseña procedía a una rápida aproximación a la vida y obra del profesor Linz, desgranaba sucintamente las grandes aportaciones de su trayectoria intelectual, caracterizaba de manera abreviada su campo de indagación a caballo entre las más diversas ciencias sociales (economía, sociología, historia y ciencia política, fundamentalmente) y trazaba unas pinceladas sobre su metodología y las características peculiares de sus diversas aproximaciones a los fenómenos sociales. Subrayaba en esas páginas la querencia del profesor Linz por lo español, hasta el punto de que siendo él mismo un científico de renombre internacional y siendo al mismo tiempo tan amplia su curiosidad intelectual, se podía seguir el rastro de lo español como una constante a lo largo de toda su obra, bien fuera como centro de atención, bien como contrapunto, bien en definitiva como ilustración concreta de un postulado general. Se pergeñaba en esa reseña una valoración global de estas Obras escogidas (pues el proyecto entero ya estaba perfilado y anunciado desde el mismo comienzo), se aplaudía el esfuerzo encomiable de los editores en particular y del Centro de Estudios Políticos y Constitucionales en general y se informaba al lector, en fin, con toda la amplitud que era posible, dadas todas las coordenadas antedichas, del contenido de los dos primeros volúmenes que, a esas alturas, eran los únicos que habían aparecido. Para evitar innecesarias reiteraciones de enfoque o contenido, remitimos al lector de estas líneas al artículo en cuestión: “El magisterio de Linz”, Revista de libros, nº 149, mayo 2009 (http://revistadelibros.com/articulos/el-magisterio-de-linz).
De hecho, quien esto escribe va a tener muy presente a lo largo de las páginas que quedan lo allí explicitado para evitar, como se ha dicho, duplicidades estériles. Dejaremos pues al margen cualquier consideración asimilable a lo ya expuesto en aquel momento (en particular, lo relativo a la valoración general de la figura de Linz y de su obra en su conjunto), para centrarnos, en primer lugar, aunque sea muy brevemente, en los dos volúmenes que aparecieron posteriormente a la redacción de la reseña (en el mismo año 2009) y que, por tanto, no pudimos comentar en su momento. Y luego, ya más ampliamente, entraremos en el contenido de estos tres volúmenes que acaban de aparecer y completan la presente edición. Ya desde este momento queremos llamar la atención del lector sobre el hecho de que nos enfrentamos a un desafío imposible, y de ahí el énfasis anterior en lo de ocuparnos ampliamente -empeño inútil- del contenido de unos volúmenes que se aproximan, cuando no superan ampliamente, las mil páginas -cada uno- de letra menuda, plagados de notas, gráficos, tablas, cuadros y citas, y que en su misma dispersión temática y metodológica convierten en disuasoria cualquier tentativa de resumen coherente, no digamos ya de búsqueda de un hilo conductor medianamente satisfactorio. Pero al fin y al cabo ese es nuestro desafío e intentaremos ejecutarlo con la mejor disposición posible, siempre con la esperanza de que estas toscas páginas sirvan al menos al lector de acicate para lo más importante, la lectura de la obra del maestro.
El volumen tercero de estas Obras escogidas lleva como epígrafe unificador “Sistema totalitarios y regímenes autoritarios”. Aunque confundidos a menudo en los medios de comunicación y en las obras de índole divulgativa, la distinción entre totalitarismo y autoritarismo, como cualquier mediano experto en ciencias sociales debe saber, resulta fundamental en el establecimiento de tipologías y características de los regímenes basados en la restricción de las libertades, pero aún resulta más esencial en un autor como Linz, que se distinguió precisamente por analizar y matizar muy adecuadamente –pero también con la incomprensión de muchos antifranquistas enragés- las características de uno y otro entramado político. Y hago esta referencia con toda intención precisamente porque en este volumen se incluye el célebre ensayo que tanta polvareda levantó en su momento, ese que lleva por título “Una teoría del régimen autoritario: el caso de España”, en el que Linz llega a acuñar la expresión de “pluralismo político en la elite del régimen de Franco” (p. 54). Con ello, como el propio autor se vio obligado a precisar después, no pretendía justificar ni legitimar nada, ni siquiera “ponerlo [el régimen franquista] bajo una perspectiva más favorable” sino constatar lo evidente para un científico social y que luego ha sido ampliamente aceptado, “que el régimen no tenía una única ideología” (p. XXVII).
Pero la mención al caso español (aunque también es objeto central de reflexión en el capítulo 7, en este caso tomando el prisma de “La oposición en y bajo un régimen autoritario”) no deja de ser una anécdota si tomamos una perspectiva de conjunto y sopesamos la vastedad de ámbitos estudiados por Linz en sentido espacio-temporal. No en vano el leit-motiv de este volumen bien podría ser la reivindicación constante de la política comparada, presente ya en el mismo título del primer capítulo (“Mis recuerdos sobre el desarrollo de la política comparada”) y aplicada después de una manera sistemática a las más diversas coordenadas. Así, por ejemplo, en el caso brasileño (en el que se habla, por cierto de un modo un poco discutible, de “situación autoritaria”, en vez de “régimen autoritario”). Del mismo modo, resulta notable y altamente sugestiva esa “teoría del sultanismo”, que aparece en el capítulo décimo y que luego se desarrolla en el siguiente para hablar de la “Génesis y caída de los regímenes sultanísticos” (y no se refiere solo a Turquía). Pueden encontrarse además, naturalmente, múltiples alusiones esclarecedoras a países y regímenes que se han caracterizado en mayor o menor medida por la intolerancia, el despotismo y la limitación de las libertades, desde Japón, China o Cuba hasta los totalitarismos clásicos del siglo XX (nazismo, estalinismo), pasando por los sistemas caudillistas latinoamericanos, los regímenes teocráticos y otras diversas configuraciones basadas siempre, en cualquier caso, en el terror y la represión implacable, como Camboya o las dictaduras africanas.
Si, como se ha dicho, el tomo III se dedica a las variopintas modalidades políticas de privación o restricción de la libertad, el volumen siguiente se consagra de modo complementario a las características y problemas de los regímenes basados en el pluralismo y la alternancia pacífica. En efecto, bajo el título de “Democracias: quiebras, transiciones y retos” se agrupan, como ya el lector que haya llegado hasta aquí puede fácilmente adivinar, una heterogénea serie de artículos ordenados en catorce capítulos que abarcan desde problemas doctrinales o teóricos (por ejemplo, sobre el “mapa conceptual de las democracias”, cap. 8; la “democracia presidencial o parlamentaria”, cap. 9; el papel de los partidos, cap. 14) hasta estudio de casos concretos, normalmente en perspectiva comparada, del que constituye una muestra relevante el cap. 6, “Transiciones y consolidaciones democráticas: algunas reflexiones conclusivas en Europa del Sur, Suramérica y Europa poscomunista”. Como hemos advertido ya en alguna ocasión, se deja notar la presencia hispana en forma de preocupación insistente por la trayectoria histórica de nuestro país, la transición postfranquista y el nuevo ordenamiento constitucional, temas todos ellos presentes en varios apartados, pero en especial en el capítulo 2 (“De grandes esperanzas a la guerra civil: la quiebra de la democracia en España”) y en el capítulo 7 (“El liderazgo innovador…”, centrado en los dos grandes líderes de la restauración democrática española, Adolfo Suárez y Felipe González).
Puestos a buscar un hilo unificador o un basamento común a tal disparidad de contribuciones, tendríamos que tomar como referencia el propio epígrafe del volumen y admitir que los conceptos que vienen ahí reflejados –“quiebras”, “transiciones” y “retos”-, lejos de constituir un recurso arbitrario de unificación, nos ayudan a pergeñar una aproximación coherente a la manera en que Linz entiende la democracia en general como sistema político o, para ser más exactos, las características concretas de los distintos regímenes democráticos. Lejos de concebir aquella –la democracia- o estos –los sistemas pluralistas- de un modo idílico, como una meta al final de la historia o, simplemente, un plácido oasis de calma, tolerancia y prosperidad, el maestro subraya que, por lo general, los países que gozan de un mecanismo de participación y respeto a las minorías han de estar permanentemente alertas. Porque si la democracia es en sí un bien –y eso cada vez menos lo dudan a estas alturas-, resulta ser en la práctica un bien complejo, difícil de gestionar, preñado de insuficiencias y frustraciones, muchas veces costoso de alcanzar pero todavía en mayor medida complicado de mantener. De ahí su preocupación por la estabilidad de las democracias, con todo lo que ello supone e implica, es decir, su relativa vulnerabilidad ante la siembra y desarrollo de determinadas ideologías mesiánicas, el problema de su consolidación en sociedades sin tradición democrática o con grandes desequilibrios y, en fin, sin agotar ni mucho menos los asuntos comprometidos, la cuestión de su “calidad”, es decir, la consecución efectiva de un entramado solvente que permita una representación adecuada, asegure el funcionamiento de las instituciones, dé cabida a los discrepantes y suponga un auténtico ejercicio de equilibrio de poderes.
El autor de estas líneas no siente rubor alguno en admitir sin rebozo algo que, por otro lado, es más que patente: que sus conocimientos y capacidades se hallan a distancia sideral de la erudición y magnitud enciclopédica que despliega de manera deslumbrante el profesor Linz en esta monumental obra. Lejos de ser una simple declamación huera, la proclama adquiere todo su sentido al llegar a este punto, en el que el reseñista ha de enfrentarse –con su escaso bagaje en estas lides- al volumen quinto de estas Obras escogidas, un ejemplar de unas mil trescientas páginas dedicado a diversas cuestiones de índole económica y, muy en particular, a las características del empresariado español y a los problemas anejos a la peculiar estructura empresarial en nuestro país, con unas derivaciones que ahora intentaremos concretar un poco más. Así, con el título de “Economía y empresarios en España”, el susodicho tomo agavilla artículos que se abren a perspectivas muy disímiles, pero con una complementariedad o hasta una homogeneidad cualitativamente superiores a las que estaban presentes en los volúmenes comentados hasta ahora. Contribuye a ello en cierto modo el que los editores hayan optado –una vez más, con buen criterio- por agrupar los veinte capítulos que integran esta nueva entrega en seis partes, una primera de carácter más general y el resto más específica, por cuanto son ya directamente los empresarios, la actividad empresarial y diversos rasgos de las empresas españolas los objetos privilegiados de atención. En la primera de esas partes, bajo el rótulo de “Sistema económico y mentalidades económicas” se inserta, tras un capítulo de índole teórica, el trabajo que más interés ha despertado en este reseñista, el titulado “La mentalidad económica de los españoles”, una investigación de largo aliento y considerable extensión que desmenuza no sólo la cuestión aludida en el encabezamiento sino otros muchos asuntos colaterales y no menos significativos, como los países que nos sirven de modelo, las formas de propiedad, los programas electorales, las doctrinas de los partidos o las actitudes ante los sindicatos.
A mi modesto entender, el interés de la segunda parte, “Los empresarios españoles de los años sesenta”, se ve claramente condicionado por la estricta acotación temporal que limita el estudio a un momento dado del desarrollismo español, un inconveniente (si puede llamársele así) que se manifiesta igualmente en otros capítulos de este tomo, dado que la mayor parte de ellos, por no decir la práctica totalidad, tuvieron su origen en las investigaciones que realizaron Linz y Amando de Miguel a comienzos de los años sesenta. De hecho, como se dice en el Prefacio, “los 17 capítulos dedicados a los empresarios españoles que se recogen en este volumen constituyen el gran libro [sobre el empresariado español] que entonces no pudieron completar”. El cuadro resultante de estos estudios parciales es, en efecto, “una fuente imprescindible” para trazar una “sociología económica de España” en un “período crítico del franquismo” (p. LXVI). Hay, por tanto, no ya solo una continuidad sino una imprescindible complementariedad entre las distintas partes que completan el volumen, dedicadas respectivamente a la actividad empresarial (cap. 11-13), las relaciones empresariales con el poder público (cap. 14), las relaciones laborales (cap. 15-18) y, por último, “la empresa y el mundo exterior” (cap. 19 y 20). Como puede apreciarse fácilmente a partir de la sucinta relación que hemos hecho, el volumen que comentamos presenta un evidente desequilibrio temático a favor del examen de los empresarios y la actividad empresarial o, si se prefiere, en detrimento de otros sectores y elementos económicos. No cabe aquí sorpresa alguna. Linz no era economista stricto sensu y su interés en este campo estaba mediatizado por su enfoque sociológico. Su preocupación en este caso era el subdesarrollo español en perspectiva comparada y de ahí su acercamiento como científico social, pero básicamente como sociólogo, a un grupo como los empresarios, que le podían facilitar algunas claves del atraso español. Ha pasado algo más de medio siglo desde que se hizo el estudio de campo que sirvió de base a estos artículos. Hoy nuestro mundo es otro, completamente distinto, no sólo desde el punto de vista económico, sino desde cualquier otra óptica que se adopte. Es inevitable por tanto aproximarse a estos capítulos con esas premisas, para valorarlos en sus justos términos, como retrato sociológico de una época en la que España empezaba a desperezarse, el mundo en general era más estrecho, las fronteras constituían férreas barreras y hasta los investigadores tenían que trabajar con medios que hoy nos parecen casi prehistóricos.
Con el tomo sexto, también de considerable grosor (algo más de mil doscientas páginas) volvemos al ámbito estrictamente político. Con el epígrafe de “Partidos y elites políticas en España” se reúnen aquí diecisiete artículos más un apéndice, distribuidos en tres partes de desigual extensión. La primera, con mucho la más breve, lleva como titular “Asambleas y Cortes” y contiene tres capítulos que analizan, por este orden, las Cortes de la Restauración y la Segunda República, la Asamblea Nacional de Primo de Rivera y las Cortes franquistas durante el período 1943-1970. En todos los casos, se trata en primer término de un estudio de sus integrantes, es decir, un examen de la elite parlamentaria, y solo en segundo lugar o como telón de fondo se deslizan otras consideraciones, siempre tangenciales, sobre el funcionamiento de la institución propiamente dicha o sus relaciones políticas con el resto de los poderes del Estado. La segunda parte, la más extensa, comprende nueve capítulos que tratan de las elecciones y diversos aspectos de la mecánica electoral, del liderazgo y articulación de los partidos políticos, de las ideologías, tendencias políticas y coaliciones o de encrucijadas decisivas de nuestra historia reciente (1936, 1976-77), por citar tan solo un ramillete de asuntos de entre los muchos que ocupan a Linz en el análisis de la trayectoria política española de los siglos XIX y XX. No disimula nuestro autor su atracción por aquellos momentos históricos en que se produce un cambio de régimen y, muy especialmente, muestra su predilección por nuestro cambio político más espectacular, el que lleva pacíficamente del franquismo a la democracia. No falta en esta línea el consabido análisis comparado, en este caso de la exitosa transición española, con otros países en los que el cambio tiene lugar de forma mucho más problemática y convulsiva (concretamente, la comparación se hace con la URSS y Yugoslavia). Ese es el tema del breve capítulo doce, “Identidades políticas y secuencias electorales”, que cierra brillantemente esta segunda parte.
La tercera parte retoma el hilo de las elites políticas: empieza con un interesantísimo estudio sobre la “continuidad y discontinuidad en la elite política” en el largo lapso de la Restauración al régimen autoritario; pero desde mi punto de vista los bocados más sabrosos vienen a continuación porque, en contraposición a la mayoría de los trabajos recogidos en estas Obras escogidas, que se mantienen en su formulación primigenia, los capítulos 14, 15 y 16 contienen información actualizada hasta casi nuestros días (2011, para ser exactos). Son estudios en la misma línea que acabamos de señalar –continuidad y cambio en la elite política- pero referidos ahora a los diputados de la democracia española (1977-2011), los senadores en el mismo espacio cronológico (este capítulo, mucho más escueto) y, por último, los “ministros y regímenes” españoles en un arco temporal muy extenso, nada menos que desde el Sexenio Revolucionario a la monarquía parlamentaria. El lector que nos haya seguido hasta aquí no necesitará seguramente que se le advierta que no va a encontrar en los análisis de Linz simplificaciones o conclusiones que quepan en un puñado de líneas o en un párrafo escueto. Muy por el contrario, Linz y sus colaboradores en estos diversos estudios, matizan, precisan, distinguen, acumulan citas, establecen referencias y comparaciones, presentan tablas y gráficos y proporcionan en definitiva, antes que respuestas categóricas, un mapa detallado de una realidad que es siempre compleja y se resiste a una fácil esquematización. Por si fuera poco, hay veces (cf. p. 910) en que los autores hacen un llamamiento explícito a la “prudencia”, en la medida en que consideran que sus pesquisas constituyen una simple aproximación –“resultados todavía preliminares”- que necesita de más datos y de elaboraciones ulteriores.
Llegamos así al séptimo y último volumen de estas Obras escogidas, que lleva por título “Historia y sociedad en España”. Estamos en el presente caso ante un ejemplar de proporciones más reducidas que los dos inmediatamente anteriores, aunque con un abultado número de capítulos, dieciséis en total. El problema en esta ocasión es que no hay, como en los precedentes, un hilo conductor digno de tal nombre –y ya hemos podido comprobar que, en todo caso, ese hilo era normalmente muy intrincado-. Pues aquí ni eso, razón por la cual los editores han cortado por lo sano y han elegido un epígrafe en el que quepa todo lo que no ha podido ser incluido en las entregas previas. Con todo, la verdad es que pueden rastrearse unas constantes (las que ya hemos ido señalando a lo largo de estas páginas al comentar la labor científica de Linz) y hasta unas concomitancias entre los diversos trabajos que integran el tomo en cuestión. Así, por destacar lo más obvio, volvemos a encontrarnos la perspectiva comparada como recurso intelectual al examinar los más variados temas. Se entiende el método comparativo tanto en el ámbito espacial (de España con otras naciones, por ejemplo) como en el sentido cronológico (comparación con otros momentos históricos de nuestro país). Por concretar, el capítulo primero establece una “cuantificación y comparación” a lo largo de “cinco siglos de historia española”; el cuarto distingue “ocho Españas” al proponer las “diferencias y comparaciones intranacionales”; o en el noveno, unas “reflexiones sobre la sociedad española” de carácter global, empiezan por situar a la “sociedad española en perspectiva comparada”. Está también aquí, como una constante, la preocupación de Linz por el examen empírico de la sociedad española del presente y del pasado desde las más diferentes perspectivas: actitudes, mentalidades, estructura de clases, realidades asociativas, instituciones, intelectuales, elites, procesos de modernización, movilizaciones, contrastes intersectoriales e interregionales y un tan largo etcétera que, desgranado, convertiría la relación en inacabable.
Pese a ello, como antes adelantábamos, el efecto de dispersión es innegable y se impone como una evidencia para cualquiera que abra estas páginas. Contribuye a ella no sólo la aludida ausencia de un criterio unificador sino la propia amplitud cronológica: los dos primeros capítulos, por ejemplo, no se ciñen como suele ser habitual en Linz a la trayectoria histórica reciente de nuestro país sino que se remontan a la Época Moderna, en concreto a la España de los siglos XVI y XVII (ámbito, por cierto, en el que se encuadra un sugestivo análisis de los “intelectuales” del momento). El capítulo tercero –muy interesante también, por cierto- estudia la conjugación de tradición y modernidad entre el XIX y el XX. Hay otras reflexiones sobre la sociedad española en general (en especial cap. 8, pero también en parte cap. 9), que mezclan explícitamente “pasado, presente y futuro”. Hasta aquellos trabajos unidos por un nexo evidente (el estudio de los comportamientos religiosos, cap. 10, 11 y 12) se abren a perspectivas muy disímiles como son la práctica religiosa en Andalucía, el papel de la religión en la política española y la cuestión religiosa en la transición democrática. No quisiera sin embargo terminar esta apresurada visión de conjunto sobre este último volumen sin pasar por alto los dos últimos capítulos que se incluyen a modo de “apéndices” y que son dos pequeñas joyas para el que quiera recoger pistas para entender la trayectoria vital y profesional del autor. En esos capítulos Linz habla en primera persona de su “juventud en dos países”, de su formación, del “descubrimiento de la Sociología”, del impacto que tuvo en él “la vida académica americana”, de su regreso a España, de sus inquietudes intelectuales, de su oficio, sus ideas, su “estilo de trabajo”, sus objetivos como investigador, sus intereses y, en fin, ese conjunto de pormenores que, lejos de ser intrascendentes, nos ayudan a comprender mejor al autor y encuadrar adecuadamente su obra.
Permítaseme un desahogo estrictamente personal ya para finalizar. Por razones del oficio, quien esto firma ha tenido que embutirse los susodichos volúmenes en el plazo relativamente corto de unos dos meses para que esta reseña saliera sin mucho retraso en relación con la novedad editorial, es decir, en un plazo razonable. He tenido que repasar los volúmenes 3 y 4, que ya poseía, y leer de una tacada las aproximadamente tres mil páginas de los tomos 5, 6 y 7. Confieso sin rubor que había artículos que no me interesaban y me he limitado a darles un vistazo. Otros los he leído sin atender a notas, cuadros y tablas. Otros en fin los he examinado con detenimiento porque tocaban algún punto de mis propias investigaciones o simplemente porque me interesaban por razones que no vienen a cuento. Supongo que la mayoría de los lectores de estas Obras escogidas no actuarán de forma muy diferente. Aun con todo, o sea, con esa labor de criba o selección, la lectura de estas páginas es una labor agotadora, por lo menos para el que tiene que realizarla en un tiempo tasado de antemano. Y ya que estamos con un tono personal, les diré además que realizar una reseña de una obra tan descomunal resulta algo frustrante porque al final uno tiene que limitarse a trazar un panorama a vista de pájaro, sin poder entrar a fondo en ninguno de los temas, sin discutir pormenores, sin poder subrayar aportaciones concretas o aplaudir determinados puntos de vista, sin apenas posibilidad de señalar discrepancias, pues todo ello nos llevaría, dada la magnitud de lo que hay que comentar, a una extensión inasumible tanto para la generosa acogida de esta revista como, lo que es aún más importante, para la paciencia del lector.
En conclusión, estas Obras escogidas constituyen un acontecimiento editorial que difícilmente puede ser exagerado, una obra de una riqueza apabullante, un conjunto de trabajos que brillan con luz propia por múltiples conceptos, como refulgente, original y avasalladora ha sido la figura intelectual de su autor, Juan José Linz, del que se puede decir con justeza y sin un ápice de adulación que era un científico social de talla universal. A pesar de la evidente desmesura de esta reseña –justificada o, al menos, espero que disculpada por la magnitud no menos obvia de la obra que le sirve de referencia- no quisiera poner punto final dejándome en el tintero un par de puntualizaciones que me parecen pertinentes. Las expondré de forma casi telegráfica para no seguir abusando de la paciencia del lector. La primera es que, siendo tan importante la figura de Linz, no debe olvidarse que una parte considerable de lo que contienen estos gruesos volúmenes no es obra suya solamente, sino labor de un equipo o resultado de colaboraciones con otros colegas, historiadores, políticos, sociólogos, etc., que, por manifiestas razones de espacio, no han podido ser citados aquí. Ya que aludimos a ello, habría que ponderar y destacar muy especialmente la titánica tarea de edición que se ha realizado para dar a la luz estos tomos, localizando antiguos trabajos de Linz, recopilando textos, traduciendo y en general dotando de un sentido global, más allá de la mera yuxtaposición, este ingente número de artículos. Los responsables últimos de este magno cometido han sido los profesores José Ramón Montero y Thomas Jeffrey Miley, que han ordenado la prolífica producción de Linz, la han distribuido en unos volúmenes con la mayor coherencia interna posible y han escrito unos prólogos esclarecedores que facilitan la visión de conjunto y la comprensión de los heterogéneos escritos del maestro.
Por último, una advertencia, dirigida no tanto al especialista o al lector avisado como al público simplemente interesado o que, procedente de otros campos de investigación, pueda acercarse a estas Obras escogidas con curiosidad o en busca de información sobre alguna cuestión determinada. Debe tener en cuenta que en su inmensa mayoría lo que han recopilado los editores en estos siete tomos son artículos, ponencias e investigaciones que fueron escritos o realizados hace varias décadas (desde los años sesenta hasta comienzos de este siglo) y que se presentan aquí como fueron redactados en su momento, con todas las limitaciones y carencias que ello supone, en especial la falta de actualización bibliográfica. Como el propio Linz reconoce en el prólogo escrito de su puño y letra, y que se reproduce al comienzo de cada uno de los ejemplares, no podía ser de otra manera, pues la labor de revisión y puesta al día de cada uno de esos trabajos hubiera constituido una tarea ímproba. Como también dice el autor, la parte positiva de presentar los textos en su estado original es la posibilidad de acceder así directamente a escritos que, en no pocos casos, levantaron polvareda o constituyeron referencias fundamentales para ulteriores estudios. Sea como fuere, con sus pros y sus contras, de lo que no cabe duda es que estamos ante una obra imprescindible para todos los que nos dedicamos a cualquiera de las vertientes de las ciencias sociales.