martes, 2 de agosto de 2016

Duelo a muerte en Sevilla

Duelo a muerte en Sevilla. Una historia española del novecientos. Miguel Martorell Linares. Ediciones del Viento/Centro de Estudios Andaluces, La Coruña, 2016. 352 pp. 21 €.

Publicado en El Cultural, 15-7-2016.
http://www.elcultural.com/revista/letras/Duelo-a-muerte-en-Sevilla-Una-historia-espanola-del-novecientos/38384

“Sevilla tuvo que ser…” No sería imaginable un marco más adecuado para la historia que se cuenta en estas páginas que la capital andaluza. Desde el título, Duelo a muerte…, hasta la ilustración de la portada (un detalle del célebre cuadro de Édouard Manet Torero muerto), el lector ya sabe, antes aun de abrir el libro, que va a hallar un relato de tintes folletinescos en un ambiente que, con manifiesta impropiedad, se denomina romántico. Digo esto porque los hechos centrales que vertebran la crónica tuvieron lugar en 1904 y, pese a ser esta fecha tan tardía en relación con el genuino romanticismo, muestra no obstante unos similares patrones de conducta y un rígido código moral –ambos hoy periclitados- en unas fatídicas coordenadas de amor y muerte.
No hay toreros en esta historia pero sí casi todos los demás elementos dramáticos que servían de contrapunto excitante a aquella despreocupada sociedad burguesa que se divertía en los cafés, teatros y salones de una Europa aparentemente satisfecha: matrimonios de conveniencia, fortunas que se heredan y se dilapidan, lances de honor, conflictos de clase, deudas de juego, pugnas políticas entre civiles y militares, motines, dilemas éticos y, en el centro de todo, naturalmente, una gran dama en la que confluyen todos los hilos, todas las tramas, todos los personajes. Un mundo autosuficiente y ensimismado que estaba lejos de atisbar el precipicio al que se iba a dirigir en pocos años, en el verano de 1914.
La fábrica de loza fina de La Cartuja de Sevilla ha sido desde su fundación a comienzos del siglo XIX por el británico Carlos Pickman una auténtica institución en la vida económica, social y cultural andaluza. En 1899 heredó el título nobiliario María de las Cuevas Pickman, hija única que tuvo el segundo marqués con una obrera de la fábrica, con la que -para escándalo del pacato y alicorto entorno tradicional- terminó casándose. La elite no podía olvidar que María de las Cuevas, aunque aristócrata, era también hija de una simple trabajadora, razón que sin duda abonó su boda en 1891 con un burgués de ilustres apellidos, Rafael de León y Primo de Rivera. En la transacción, cada parte aportaba algo esencial de lo que carecía la otra, rasgo usual en las relaciones de la época.
Nada habría salido de los cauces establecidos si Rafael de León, el marqués consorte, se hubiera conformado con su incipiente carrera política o los devaneos socialmente admitidos. Pero su costosa afición a los carruajes y, sobre todo, a un tren de vida espléndido, que se veía potenciado además por un talante derrochador -más que generoso-, le condujeron a una completa bancarrota. Quiso salir de ella a la desesperada, como también era usual entonces, pidiendo préstamos en condiciones imposibles de satisfacer.
En ese punto de su vida se cruza en el camino un capitán de la Guardia Civil, Vicente Paredes. Por razones no del todo claras –aunque María de las Cuevas algo tuviera que ver en todo ello- Rafael de León abofeteó públicamente al militar. Una afrenta que, de acuerdo con el código que regía entre caballeros, tenía que solventarse en el campo del honor, esto es, mediante un duelo. Por complejas razones que el autor del libro explica muy bien, el litigio privado adquirió una dimensión pública de carácter político e institucional, pues para el capitán general de Andalucía, Agustín Luque, era imprescindible salvaguardar el honor y la supremacía militares ante lo que se reputaba como una más –pero bien notoria- entre las múltiples agresiones contra el uniforme desde el ámbito civil.
Todo el embrollo no termina ahí, como bien puede suponerse, pero no contaré más de la trama y sí en cambio señalaré que, a partir de este pequeño incidente, Miguel Martorell (Madrid, 1963), buen conocedor de la época (es autor de una magnífica biografía de Sánchez Guerra no casualmente subtitulada Un hombre de honor) ha conseguido trazar un magnífico fresco del ambiente sevillano y del momento histórico. A través de unos personajes característicos y bien perfilados accedemos al latido de una sociedad que trata de sacudirse el yugo del clericalismo y el militarismo, mientras que el país en su conjunto se muestra aún convaleciente por el reciente desastre del 98.