lunes, 21 de septiembre de 2015

Los diarios de Rosenberg

Diarios. 1934-1944. Alfred Rosenberg. Edición a cargo de Jürgen Matthäus y Frank Bajohr. Traducción de Lara Cortés Fernández, Teófilo de Lozoya Elzdurdía, Isabel Romero Reche y Alicia Valero Martín. Crítica, Barcelona, 2015. 770 pp. 29,90 €.

Publicado en El Cultural, 18/09/2015

http://www.elcultural.com/revista/letras/Alfred-Rosenberg-Diarios-1934-1944/36951

Entre los máximos jerarcas del Tercer Reich, Alfred Rosenberg (Tallín, Estonia, 1893-Núrenberg, 1946), puede destacarse por tres rasgos profundamente interrelacionados entre sí: en primer lugar por su condición de teórico o ideólogo, algo inusual en la cúpula del régimen, con la excepción parcial del ministro de Propaganda Joseph Goebbels (y resulta significativo a este respecto que estos sean los dos únicos líderes nazis que dejaran escritas sus reflexiones en forma de diarios); en segundo lugar, por su racismo exacerbado –¡y ya era difícil destacar como xenófobo en este contexto!- que le llevó, según su más importante biógrafo, Ernst Piper, a un “antisemitismo francamente monomaníaco” e incluso a un anticristianismo militante, por las raíces judías de este credo; y en tercer lugar y sobre todo por ser el autor de la biblia del nacionalsocialismo, El mito del siglo XX (1930), con una tirada de más de un millón de ejemplares hasta el final de la guerra. Fue el único libro del movimiento que podía parangonarse con el Mein Kampf de Hitler.
A todos esos rasgos debería añadirse otro que, a la postre, resultó más decisivo aún si cabe para su carrera política y para el papel que le tocó desempeñar en los trágicos acontecimientos de la época: su condición de experto en política exterior (algo que tampoco era muy frecuente entre sus conmilitones), que le llevó a ser nombrado el 17 de julio de 1941 “ministro para los territorios ocupados del Este”. Desde este alto puesto, Rosenberg dirigió una política de “limpieza” y exterminio sin contemplaciones en toda la Europa Oriental para llevar a la realidad el objetivo teórico de un “espacio vital” para el Reich germano, y fue de este modo el responsable supremo del asesinato de millones de personas de otras etnias y nacionalidades (no solo judíos). Capturado al final de la guerra por los aliados, el tribunal de Núremberg le declaró culpable de esos crímenes y le sentenció a morir en la horca.
Aunque, como se ha dicho, la responsabilidad de Rosenberg en las matanzas en general y el Holocausto en particular está fuera de toda duda –y ello a su vez en una doble vertiente, tanto en la elaboración de una doctrina de exterminio como en la materialización de la misma- es asunto debatido entre los expertos el grado de influencia real que tuvo Rosenberg en la política concreta del Tercer Reich, en comparación con otros dirigentes como Himmler, Göring o Ribbentrop. Es significativo a este respecto que, como consigna Goebbels en sus diarios, Hitler comparara a Rosenberg con una mujer que cocina bien pero que en vez de cocinar toca el piano. La anécdota es relevante porque, como muestran estas mismas páginas que ahora comentamos, Rosenberg -como los demás gerifaltes nazis- dependían servil y hasta infantilmente de lo que opinara en cada momento el Führer, de sus estados de humor, de sus arrebatos y caprichos. Todos ellos competían entre sí por una mirada agradecida, un gesto de aprobación o una palmada en el hombro del jefe providencial.
La importancia de estos Diarios –aparte del valor más obvio, que salen a la luz completos por vez primera- es que muestran a un Rosenberg en estado puro, con sus titubeos, debilidades y contradicciones, como pone de relieve una escritura un tanto anárquica, no siempre clara, con tachones, abreviaturas, reiteraciones y hasta errores de sintaxis y faltas de ortografía. No es por ello un texto fácil de leer y requiere además un buen conocimiento del contexto. La edición que se ha hecho es modélica con una revisión minuciosa del original, múltiples notas aclaratorias, una extensa introducción que sitúa a Rosenberg y sus anotaciones en su marco histórico y, sobre todo, una extraordinaria selección de “documentos complementarios”, obras más elaboradas del propio Rosenberg que complementan perfectamente el carácter fragmentario y circunstancial de los diarios.
Una última acotación, aunque sea anecdótica: no se pierdan las menciones que hace el ideólogo nazi a Franco, José Antonio, la Iglesia católica y a España en su conjunto, ese país en el que “el judaísmo se está vengando de Isabel y Fernando” y “hasta los burros llevan imágenes de Cristo alrededor del cuello”.

martes, 1 de septiembre de 2015

Una historia del mundo actual

Las utopías pendientes. Una breve historia del mundo desde 1945. Xosé Manoel Núñez Seixas. Crítica, Barcelona, 2015. 384 pp.

Publicado en El Cultural, 24/07/2015.

http://www.elcultural.com/revista/letras/Las-utopias-pendientes/36821

Xosé Manoel Núñez Seixas (Orense, 1966), profesor en la Universidad Ludwig-Maximilian de Múnich, tiene ya tras de sí una larga estela de títulos imprescindibles para la comprensión de aspectos claves de la historia contemporánea española. Inquieto y prolífico, el catedrático gallego se atreve ahora a pergeñar una síntesis de la evolución del mundo desde 1945, un libro de alta divulgación que se dirige no solo al especialista sino a un público más amplio. Aunque el autor procura afrontar el reto con una cierta frialdad y distanciamiento formales, no orilla las cuestiones polémicas y con ello –como es obvio e inevitable- desliza opiniones y planteamientos que se prestan a la discusión o al debate. Estamos, por tanto, no solo ante un libro de historia sino un ante un volumen que, como quiere dejar claro desde su propio título, trata de esbozar los desafíos pendientes en los albores del nuevo milenio.
Y lo hace mirando al pasado reciente y considerando el peso de ese pasado en la marcha de los acontecimientos de hoy en día. No se trata por ello de una síntesis de historia política al modo tradicional. Sin perder de vista esta dimensión imprescindible para entender el mundo actual, el autor ha querido que su presencia –siendo todo lo relevante que es- no llegue al punto de desplazar otras cuestiones que se perfilan como esenciales para tomar conciencia del horizonte al que nos dirigimos: de ahí que muchos temas de historia social y cultural adquieran en estas páginas un protagonismo, no diré que insólito en este tipo de breviarios, pero sí lo suficiente como para que la obra presente una originalidad incuestionable.
Una originalidad, por otro lado, que se manifiesta sin grandes alharacas, matizada e inserta en un discurso claro y funcional que toma como punto de partida la conversión del mundo bipolar de 1945 en el mucho más complicado mundo multipolar de 1990. A este primer capítulo le sigue otro que traza los “caminos divergentes de las sociedades mundiales” en el mismo período. Una vez expuesto el estado de las cosas a finales del siglo XX, Núñez Seixas aborda cuatro grandes temas que en puridad son mucho más que las “utopías pendientes” a las que reductivamente se alude en el título: la memoria histórica tras los horrores de los totalitarismos, la cuestión de las aspiraciones y las identidades nacionales, la “larga marcha” de las mujeres por sus derechos y el reconocimiento social y, en fin, el progresivo deterioro del medio ambiente, con un planteamiento que desborda los tópicos ecologistas para tratar seriamente asuntos tan peliagudos como la “bomba demográfica” y el cambio climático. Tras estos capítulos temáticos, el autor vuelve al planteamiento cronológico más convencional para cerrar el volumen con un breve examen de cómo es el mundo hoy, este espacio global de incertidumbres y de hegemonías discutidas y compartidas. La obra se cierra con una cronología y una bibliografía básicas, muy en consonancia con el tono didáctico y divulgativo que Núñez Seixas ha querido imprimir a su reflexión.

La batalla de las Ardenas

Ardenas 1944. La última apuesta de Hitler. Antony Beevor. Traducción de Teófilo de Lozoya y Juan Rabasseda. Crítica, Barcelona, 2015. 576 pp. 27,90 €.

Publicado en El Cultural, 17/07/2015.
http://www.elcultural.com/revista/letras/Ardenas-1944/36785

Ya ha tenido lugar el desembarco de Normandía. Las fuerzas aliadas avanzan lenta pero implacablemente por el territorio francés hacia la frontera alemana. La resistencia germana, aunque tenaz, es cada vez menos efectiva ante la superioridad de elementos y materiales de norteamericanos y británicos. En la frontera este el peligro para las tropas de Hitler es más acuciante si cabe. Tras la derrota nazi en Stalingrado casi todo han sido reveses para los alemanes en el frente oriental. De hecho, Stalin solo está esperando el frío extremo del invierno en la zona para que sus tanques atraviesen los ríos helados y se planten en Berlín antes de que consigan llegar los estadounidenses. A finales de 1944 la guerra ha dado un giro espectacular. La aplastante victoria nazi, que muchos auguraban un par de años antes, ha dado paso a un escenario diametralmente distinto. El diagnóstico más generalizado es ahora que Alemania está contra las cuerdas y solo es cuestión de tiempo que tenga que aceptar la rendición.
Pero el primero que no comparte ese diagnóstico es el jefe máximo de las tropas germanas. Sería no conocer a Hitler pensar que va a tirar la toalla sin más. La situación es casi desperada, desde luego, y él lo sabe. Pero por eso mismo quiere jugar su penúltima baza: un ataque sorpresa en el frente occidental para dividir a las fuerzas aliadas. El objetivo, nada menos que tomar la ciudad belga de Amberes. Dos ejércitos completos de sus fuerzas armadas van a acometer la misión. Cuentan con el mal tiempo -niebla y nieve- para neutralizar la superioridad del enemigo. Y, por encima de todo, cuentan una vez más con la audacia de una jugada inesperada y el factor sorpresa. El 16 de diciembre de 1944 comienza la que será conocida como batalla de las Ardenas, por desarrollarse en esa comarca del territorio belga. Es la última gran ofensiva alemana en el frente occidental.
Hitler tenía razón en una cosa, que los aliados no esperaban el ataque y, sobre todo, que a esas alturas de la guerra no creían que Alemania tuviera todavía esa capacidad de reacción. Pero se equivocaba en todo lo demás: sobre el papel la iniciativa alemana era una locura y así se lo hicieron ver los generales a Hitler. Detraía fuerzas del frente oriental para combatir a los rusos (que constituían la amenaza más inmediata) y el mismo plan de llegar hasta Amberes era utópico dada la relación de fuerzas entre los contendientes. Como tantas otras veces en la historia era en el fondo una carnicería inútil.
Quizás por eso mismo la desesperación provocó una crueldad desaforada. Como dice Beevor, “los combates en las Ardenas alcanzaron un grado de brutalidad sin precedentes en el Frente Occidental”. No se refiere solo a los combates propiamente dichos en unas condiciones climatológicas espeluznantes, sino al fusilamiento de prisioneros, matanzas a sangre fría (Malmédy), asesinatos de civiles y destrucción de todo lo que se encontraban a su paso. Los alemanes fueron los principales responsables de esas crueldades (Peiper) pero los norteamericanos (por ejemplos los soldados de Bradley) se dejaron llevar a veces por la ley del Talión. En cuanto a las bajas, los dos ejércitos quedaron en tablas: unas ochenta mil en el bando alemán y otras tantas en el aliado.
Los numerosos lectores de Antony Beevor, que ha convertido la historia militar en sucesivos best-sellers (Stalingrado, La batalla de Creta, Berlín, El día D, La guerra civil española y tantos otros títulos), reconocerán aquí el estilo del autor y la maestría de la que hace gala en todas sus obras al combinar erudición y capacidad divulgativa. Los trabajos de Beevor se nutren, como cualquiera puede comprobar, de una sólida labor de archivo y un excelente manejo de fuentes de primera mano, pero se marcan como objetivo fundamental una exposición diáfana y atractiva. Beevor tiene siempre presente las grandes líneas del desarrollo de los acontecimientos pero procura no caer en la exposición fría y distanciada. Atiende por ello a los detalles humanos. En este caso, para poner de relieve que detrás de los grandes movimientos de tropas había seres humanos que perdieron la vida en condiciones atroces.