miércoles, 18 de mayo de 2016

La transición exterior de España

La Transición exterior de España. Del aislamiento a la influencia (1976-1996). Francisco Villar. Prólogo de Felipe González. Marcial Pons, Madrid, 2016. 272 pp.

Publicado en El Cultural, 29-4-2016.

http://www.elcultural.com/revista/letras/La-Transicion-exterior-de-Espana/38005

Como es sobradamente conocido, la corta etapa que va de la muerte de Franco a la instauración del sistema democrático (lo que en España denominamos simplemente “la Transición”) ha generado una bibliografía inabarcable, solo superada en su atracción historiográfica en lo que atañe a nuestra trayectoria contemporánea por la guerra civil, con la que -por otra parte- la unen referencias ineludibles. Bien es verdad que, como sucede con otros períodos históricos, hay un marcado desequilibrio en la orientación de los estudios, muy polarizados hacia el examen meticuloso de las vicisitudes políticas internas y menos atentos a otras facetas. Entre ellas, muy señaladamente, la relativa a la política exterior. En este ámbito se inscribe la importante aportación del libro que ahora comentamos.
Su autor, Francisco Villar (Salamanca, 1945) es un diplomático de larga trayectoria que fue protagonista técnico y político de buena parte de los acontecimientos que aquí relata. Aunque enfatiza que este no es un libro de memorias sino de historia y análisis político, el lector debe tener en cuenta que Villar no enjuicia los hechos como observador imparcial o distanciado sino con la experiencia concreta y el conocimiento de primera mano de quien ocupó en aquellos momentos y en tales asuntos diversos cometidos de gran responsabilidad como miembro del gobierno español. Villar no pretende pues engañar a nadie por lo que respecta a la evaluación de aquella coyuntura: baste decir a este respecto que el volumen lleva un prólogo encomiástico de Felipe González y está dedicado a la memoria de Fernández Ordóñez y Máximo Cajal.
Desde el punto de vista teórico, el autor distingue “transición interna” (1976-1982) de “transición exterior”. Esta se prolonga hasta diciembre de 1988, cuando nuestro país consigue ser miembro de pleno derecho en los más importantes organismos e instituciones occidentales. Por decirlo en los términos que emplea Villar, el momento histórico en que “al fin España estaba en su sitio”. Llegar hasta ahí fue una ardua tarea en la que se empeñaron, con el apoyo de la inmensa mayoría de españoles, diversos gobiernos, un puñado de políticos audaces y un nutrido grupo de técnicos y funcionarios que negociaron a brazo partido en el difícil campo de las relaciones internacionales para convencer al mundo del cambio político tras la dictadura y la vocación europeísta e integradora de esa nueva España democrática.
En un tono muy sintético (el texto abarca unas 250 páginas si descontamos índices y bibliografía), Villar estructura su ensayo en cuatro capítulos muy desiguales: el primero, muy breve, trata de la labor del primer gobierno de la Monarquía, lastrado por la pesada herencia del franquismo. El segundo, más amplio, aborda el período de UCD, considerando dos fases, primero la etapa Suárez-Oreja (1976-1980) y luego de Calvo Sotelo-Pérez Llorca (1981-1982). Siendo distintas, se percibe una continuidad de objetivos y, sobre todo, un problema común, el peso muerto de los problemas domésticos: de ahí que se hable de una “normalización inconclusa”. Por contraste, el tramo siguiente, que se aborda en el bastante más extenso capítulo tercero, representa el momento en que España accede al puesto que le corresponde en el concierto internacional, siempre bajo el liderazgo de Felipe González, primero con Fernando Morán en Exteriores (1982-1985) y luego con la primera época de Fernández Ordóñez (1985-1988).
A tenor estricto del título del libro, el recorrido debía terminar ahí. Sin embargo, con buen criterio, Villar prolonga su periplo más allá de la transición propiamente dicha para darnos el capítulo más largo y sustancioso con diferencia, dedicado a la segunda etapa de Fernández Ordóñez (1989-1992) y a la fase protagonizada por Javier Solana (1992-1995). Ambos períodos conforman según el autor el ciclo más esplendoroso del país en el concierto internacional, convertido casi de la noche a la mañana en un “actor influyente”.
Posiblemente, muchos encontrarán el tono general del análisis poco crítico e incluso algo triunfalista pero debe reconocerse que, se mire como se mire, el balance fue francamente positivo. Parece que cuesta trabajo reconocerlo porque los españoles solemos tender más a flagelarnos que a festejar éxitos. Sin embargo el libro no termina con ese final feliz sino en un tono acre y desencantado (y un poco catastrofista), descalificando la política exterior que siguieron luego los gobiernos conservadores.

La guerra secreta

La guerra secreta. Espías, códigos y guerrillas, 1939-1945. Max Hastings. Traducción de Cecilia Belza y David León. Crítica, Barcelona, 2016. 792 pp. 27,90 €.

Publicado en El Cultural, 13-05-2016.
http://www.elcultural.com/revista/letras/La-guerra-secreta-Espias-codigos-y-guerrillas-1939-1945/38078

Del mismo modo que se habla en general de una historia oficial o institucional, los grandes acontecimientos tienen una cara establecida y reconocible. En el caso de la II Guerra Mundial hablaríamos de decisiones políticas, movimientos estratégicos, grandes batallas o cambios de fronteras, asuntos todos ellos sobre los que hay una inmensa bibliografía y que en sus líneas esenciales todo el mundo puede identificar. Pero detrás de esos hechos hay una trastienda, una vertiente oculta. Antes que los efectivos se enfrenten en el campo de batalla o los batallones desembarquen en un determinado punto, otros muchos (militares y civiles) han trabajado en la sombra en cada uno de los bandos para averiguar las intenciones del enemigo y anticiparse a sus movimientos.
Es, para decirlo con el título del libro que nos ocupa, La guerra secreta, la historia silenciosa y silenciada de los “espías, códigos y guerrillas” que entre 1939 y 1945 se desplegaron en todas partes con el fin de ganar la guerra o, al menos, inclinar la balanza, descifrando claves, interceptando comunicaciones o tendiendo trampas al enemigo. Su autor, Max Hastings (Londres, 1945), es un veterano periodista, antiguo director de prestigiosos diarios británicos, curtido en las labores de divulgación seria, sobre todo en el ámbito de la II Guerra Mundial. Los lectores interesados en esta vertiente de la historia recordarán algunos de sus títulos, vertidos al castellano, como La guerra de Churchill (2010) o Se desataron todos los infiernos (2011).
En esta nueva obra, Hastings asume el reto de describirnos en un solo volumen (de denso contenido y considerable extensión, casi 800 pp.) todo el entramado de actividades clandestinas y elementos encubiertos que se extendieron de un confín a otro del globo al servicio de sus respectivos países. En términos humanos, hallamos personajes “fascinantes”, dice el autor desde el principio. Patriotas casi todos, valientes la mayoría, héroes algunos, no faltaron también aventureros, aprovechados, delatores y criminales, amén de los inevitables agentes dobles, bien fuera por ideales políticos o solo al servicio del mejor postor. Salvo los que desempeñaron estrictas labores técnicas (por ejemplo, descifrado), los demás tenían en común su condición implacable: aunque sus fines fueran dispares y quizá defendibles, usaron de grado o por fuerza los medios menos confesables, incluyendo el robo, la extorsión e incluso el asesinato. Todo valía para la causa. No era poco lo que estaba en juego. Las circunstancias no eran aptas para pusilánimes.
Hastings no hace labor de investigación sino de recopilación y divulgación. Se basa en las grandes obras sobre el tema y en los mejores especialistas, como Stephen Budiansky, David Kahn y Christopher Andrew. Pretende dar una visión de conjunto, compensando con una mayor atención a los servicios secretos rusos el mayor desconocimiento que el público occidental tiene de ese campo. El lector español se encontrará así que, junto con nombres y siglas que le sonarán si es aficionado a la materia (el M16, el Abwehr, el NKVD, el Bletchley Park) aparecen otros muchos actores y servicios de los que muy probablemente nunca ha oído hablar, no porque desempeñaran una labor más secundaria sino porque se ha tendido a dar protagonismo a determinados casos aislados. En este sentido, por ejemplo, enfatiza Hastings, se magnifica a los famosos “cinco de Cambridge”, desconociendo a los “quinientos de Washington y Berkeley, un pequeño ejército de izquierdistas” camuflados al servicio de la URSS.
Más allá de los nombres propios, hay dos cuestiones cruciales que el libro aborda pero no resuelve (no por insuficiencia sino porque son irresolubles). La primera, la esencia misma del espionaje como actividad inaprensible, de tintes tan sorprendentes por lo que sabemos (la punta del iceberg) que parecen propios de la fantasía más desaforada. Algunos episodios, confiesa Hastings, son increíbles por cómicos, ridículos o insensatos. La segunda, y en el fondo más trascendental, es la contribución real de los servicios de inteligencia al resultado final del conflicto. ¿Fueron decisivos? Hastings señala que la certidumbre en este campo es imposible pero se inclina -como la mayoría de los especialistas- por encuadrar y limitar su trascendencia. Advierte en este sentido que la mayor parte de las actividades de espionaje fueron… perfectamente inútiles. Y las que sirvieron, tuvieron por lo general, un alcance relativo.