martes, 18 de noviembre de 2014

Dos libros sobre Suárez


La sombra de Suárez. Eduardo Navarro. Prólogo de Jorge Trías Sagnier. Plaza Janés, Barcelona, 2014. 336 pp.
El año mágico de Adolfo Suárez. Rafael Ansón. La Esfera de los Libros, Madrid, 2014. 320 pp.

Publicado en “El Cultural”, 14-11-2014.

http://www.elcultural.es/revista/letras/La-sombra-de-Suarez-El-ano-magico-de-Suarez/35485

La Transición y la Guerra Civil son las dos fases de la reciente historia española que más atención han recibido por parte de los especialistas en las últimas décadas. Dentro del interés historiográfico hacia la Transición, el foco se ha puesto habitualmente en su artífice más mediático, Adolfo Suárez. Así lo hacen también los autores de los libros que comentamos, Eduardo Navarro y Rafael Ansón. Otros tres rasgos significativos en común presentan estos volúmenes: están escritos por estrechos colaboradores de Suárez en su etapa más decisiva, retratan con abierta admiración al político abulense y, en tercer lugar, los dos autores se presentan como hombres más cómodos entre bambalinas que en el candelero.
Lo mejor que puede decirse del libro de Navarro es que quizás sea lo más parecido a las memorias que Suárez nunca escribió. Lo peor, para el que espere con morbo revelaciones inconfesables, es que no hallará aquí tales cosas. Sí en cambio múltiples detalles reveladores de los entresijos de la Transición escritos con la ponderación y rigor de un hombre que la vivió en la trastienda. Por ello, como señala Trias Sagnier, editor y prologuista del volumen, su nombre dirá muy poco al gran público. Sin embargo, quienes estuvieron cerca del presidente saben que Navarro fue en efecto la “sombra de Suárez”. Una sombra fiel, discreta y eficaz. Un carácter opuesto al del político de Cebreros: frente al populismo, simpatía y audacia de este, Eduardo representaba el trabajo oscuro, la labor de despacho. Siempre en un segundo o tercer escalón, le faltó coraje para dar un paso adelante y asumir el protagonismo político que en teoría ansiaba. Suárez, que era irresistible cuando quería pero también acremente sincero, lo describió una vez como “impresentable”. La anécdota llegó a oídos del propio Navarro (p. 115), sin que ello supusiera el fin de su colaboración.
Suárez era alérgico a la escritura, casi ágrafo. No obstante, según certifica Trías, hubo un “plan de memorias” que pergeñaron su hija Marian y Eduardo. No es más que un esquema muy elemental, que aquí se reproduce (pp. 26 y ss.). Navarro, por otra parte, escribió su visión del proceso sin aparente intención de publicar. Lo que ahora da a la luz Trías –como antiguo amigo se hizo cargo de sus papeles y documentos- es la fotocopia de un original fechado en 1992. Es una relación estructurada en cinco capítulos, que tiene un inicio natural, el momento en el que Eduardo conoce a Adolfo (curso 1959/60) pero que termina de un modo abrupto en febrero de 1981, dos días después del intento del golpe de Estado. El lector no encontrará en este relato grandes sorpresas pero sí una minuciosa descripción del día a día de la Transición tal como la vivieron sus artífices.
Algo no muy distinto podría decirse del volumen de Ansón, solo que en este caso se acota mucho más el lapso temporal al “año mágico” (julio 1976-junio 1977) y la atención se centra en los medios de comunicación en general y en RTVE en particular. No es una decisión caprichosa, ni mucho menos, sino derivada de dos factores fundamentales: Ansón fue en esa etapa director de esta última –sabe, pues, bien de lo que habla- y además, desde un punto de vista más distanciado, considera que no se ha hecho justicia al papel trascendental que desempeñaron dichos medios y sobre todo RTVE en el éxito de la Transición. Rinde homenaje por ello a periodistas como Lalo Azcona, Eduardo Sotillos, Pedro Macía y M. A. Gozalo, entre otros, y a programas como La clave, Informe Semanal, A fondo o Estudio 1, además naturalmente de los telediarios del cambio.
El relato de Ansón, muy ameno, agiganta la figura de Adolfo Suárez, que aparece como el gobernante providencial que España necesitaba en aquel decisivo momento: osado, imaginativo, resuelto, simpático, intuitivo, carismático… Escribe Ansón en un tono mesurado, siempre comprensivo y respetuoso con todos (adversarios incluidos), quizá para estar él mismo a la altura del mensaje central que quiere transmitir: sumidos a estas alturas como país en una situación también bastante delicada, debíamos tener como referentes aquellos políticos generosos que supieron estar a la altura de lo que los tiempos demandaban.

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