lunes, 13 de diciembre de 2010

La vida mancha

"Tomo prestado", como dicen ahora (o sea, copio), el título de una película española reciente. Aun siendo buena la obra cinematográfica en cuestión, lo mejor sin duda era el título, éste que ahora adopto para definir la impresión que me produjo hace un par de días una serie de encuentros fortuitos y sucesivos con varios alumnos y ex-alumnos. Ves a las personas en un medio y una situación determinados (en clase, por ejemplo) y, luego, al cambiar el contexto, compruebas que también todo cambia. De sujetos pasivos y pacientes, pasan a ser protagonistas con vida propia. ¡Y qué vida! Una vida que ya no es la de hace pocas décadas, cuando el esfuerzo -mal que bien- significaba optar a cierta recompensa. Una vida más difícil, más dura, más caótica, más inestable. Estamos viviendo un cambio de ciclo, el momento en que el mito del progreso (al menos, un cierto sentido del progreso) se deshace como piedra porosa al contacto con los elementos. Las generaciones venideras no vivirán mejor que nosotros, por lo menos en algunos aspectos fundamentales: hay más paro, más competencia para todo, más abusos, menos seguridades, menos garantías, incluso menor nivel de vida... Hablo de la vida que se le presenta a jóvenes de veinte, veinticinco, treinta años... Nadie les puede garantizar nada. Se asoman a un mundo en el que se han diluido para bien o para mal los valores e ideas de antaño. No quedan siquiera las pequeñas certezas que nos orientaban. Y así vamos: a tientas, a trompicones. Quizás todos estemos un poco perdidos, pero es obvio que unos están mucho más perdidos que otros. Y así nos estamos poniendo todos, perdidos de tantos manchurrones.

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