lunes, 23 de marzo de 2015

La protesta social en España

Protestar en España. 1900-2013. Rafael Cruz. Alianza, Madrid, 2015. 336 pp.

Publicado en El Cultural, 20-03-2015.

http://www.elcultural.es/revista/letras/Protestar-en-Espana-1900-2013/36154

Hace ya bastantes años el historiador Norman F. Cantor publicó un estudio global de los movimientos sociales del s. XX con el significativo título de La era de la protesta (Alianza, 1973). Aquella brillante síntesis, escrita a rebufo de las agitaciones de los sesenta, acertaba en caracterizar la protesta social como una “de las principales preocupaciones de nuestra sociedad”. Si esa estimación era cierta en aquellas circunstancias, los acontecimientos posteriores en todo el mundo no han hecho más que ratificarla y extenderla: agitaciones estudiantiles, reivindicaciones laborales, aspiraciones sociales del más variado signo y movilizaciones por la consecución de reconocimientos políticos, entre otras muchas manifestaciones y formas de contestación, han hecho de nuestra época un tiempo de protesta casi permanente. Más aún, cuando a veces se produce cierto reflujo y parece que la sociedad se aquieta, es solo para que la protesta resurja con más virulencia: así acaba de pasar en España con el movimiento de los indignados y el 15-M.
Rafael Cruz es un historiador español con una dilatada trayectoria de investigación y publicaciones. Los interesados en la historia social, campo en el que es especialista, recordarán aquel magnífico volumen, editado por él y M. Pérez Ledesma que se tituló Cultura y movilización en la España contemporánea (Alianza, 1997). Después abordó la biografía (Pasionaria, Biblioteca Nueva, 1999), coordinó otros volúmenes colectivos (así, con Jesús Casquete, Políticas de la muerte. Usos y abusos del ritual fúnebre en la Europa del siglo XX, La Catarata, 2009) y, sobre todo, analizó desde una óptica renovadora los movimientos sociales en tiempos de la República: En el nombre del pueblo (Siglo XXI, 2006) y Una revolución elegante (Alianza, 2014). Ahora, con esta nueva obra, Cruz pretende trazar un panorama general de lo que han sido y significado las protestas sociales en nuestro país a lo largo del s. XX y hasta nuestros días. Se trata de una obra de síntesis y alta divulgación que no se dirige solo al especialista: ello explicaría que las notas a pie de página se hayan reducido a la mínima expresión y que resulte patente una contención en el empleo de cifras, cuadros y gráficos. El tono mismo del libro es claro, muy funcional y hasta didáctico.
Con respecto al contenido propiamente dicho, tras una breve introducción que establece algunas precisiones de contexto, método y conceptos (“la política de la protesta”), el grueso del volumen se estructura en tres partes claramente diferenciadas y difícilmente cuestionables en una obra de tales características: una primera que abarca desde 1900 hasta el final de la guerra civil, con vaivenes muy pronunciados, pues no cabe olvidar que en las cuatro décadas que aquí se contemplan se suceden regímenes y situaciones muy heterogéneos, desde la España convulsa -aunque liberal- posterior al 98 hasta la catástrofe bélica, pasando en el ínterin por la Dictadura de Primo y la esperanza republicana.
La segunda parte, piadosamente caracterizada como la de la protesta “en tiempos difíciles” comprende todo el período de la dictadura franquista y la primera transición, un “túnel oscuro” en el que toda manifestación de discrepancia es por definición “subversiva” y está penalizada de forma drástica. Aun con ello, el Estado y sus instrumentos represivos no logran acallar ni contener “una ola gigante de protesta” que preludia un inmediato cambio de régimen.
La tercera y última parte está dedicada a la España constitucional, un marco mucho más permisivo que, precisamente por ello, reactiva y expande la movilización social y las distintas clases de protesta. Y así hasta llegar a una nueva fase, en la que ahora estamos, en la que las formas se han transformado –incluso en el modo de convocar las concentraciones, gracias a las nuevas tecnologías- pero que en el fondo persiguen lo mismo o algo parecido: el reconocimiento por parte de los poderes públicos de determinadas aspiraciones de diversos grupos sociales. La conclusión última de estos “más de cien años de protesta”, como se trata de condensar en el epílogo, es hasta cierto punto paradójica porque el rasgo más distintivo de la protesta en el período analizado es la variedad: de formas, de contextos, de contenidos y hasta de respuestas desde el poder.

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