miércoles, 24 de septiembre de 2014

España en la I G M

España en la Primera Guerra Mundial. Una movilización cultural. Maximiliano Fuentes Codera. Prólogo de José Álvarez Junco. Akal, Madrid, 2014. 240 pp.

El Cultural, 19-09-2014.

http://www.elcultural.es/revista/letras/Espana-en-la-Primera-Guerra-Mundial-Una-movilizacion-cultural/35174

El centenario de la I Guerra Mundial nos ha traído un considerable número de novedades bibliográficas, que incorporan recientes investigaciones, debaten nuevas perspectivas o bien revisan el evento desde la actual atalaya histórica. La mayor parte de ellas, como es comprensible, se han centrado en los acontecimientos bélicos propiamente dichos, sus causas, características y consecuencias, insertando aquellos en la dinámica política del momento. El foco se ha puesto por ello en el juego de fuerzas entre las grandes potencias. España, por su condición de país neutral, ha quedado al margen de la mayoría de esos estudios, sobre todo los de autores foráneos. No obstante, un reducido grupo de historiadores españoles e hispanistas (F. García Sanz, E. González Calleja, Paul Aubert o Andreu Navarra) han publicado -también ahora- valiosos trabajos sobre la España de esos años, con planteamientos diversos pero con el común denominador de subrayar que nuestro país se estremeció con la contienda, tomó partido visceral por uno u otro bando y sufrió en su territorio las presiones y maquinaciones de embajadores, emisarios y espías.
En esta órbita se inserta el volumen que nos ocupa, con un título algo inane que no hace justicia a su rico contenido. Fuentes, profesor en la Universidad de Gerona, autor de varias obras sobre los intelectuales en España a comienzos del s. XX, sitúa su estudio en el contexto de la investigación historiográfica occidental sobre el conflicto, caracterizada primero por el protagonismo de los hechos militares y políticos, seguida por una segunda fase de “historia social” y continuada por una tercera etapa de “renovada historia de matriz cultural”. Los enfoques de “cultura de guerra” y “movilización cultural”, entre otros, lejos de ser recursos retóricos, muestran que las fuerzas vivas de la sociedad -y muy en primer término los intelectuales- presionan al poder político e influyen en la toma de decisiones mediante sus mítines, manifiestos y otras proclamas públicas. Dicho de otra manera, ello significa en nuestro caso que aunque España no entrara en liza, vivió una “guerra civil de palabras” que tuvo importantes efectos en su trayectoria política, con el fracaso de los proyectos reformistas y regeneracionistas que se vincularon al triunfo de la causa aliada y el definitivo ocaso del régimen parlamentario bajo el sable de Primo de Rivera.
En consonancia con esos objetivos, Fuentes adopta un estricto orden cronológico, que le permite registrar y valorar los cambios que se producen en los frentes y la opinión pública española a lo largo de los más de cuatro años de guerra. Así, por bosquejar las líneas maestras, el año 1916 significa un crucial punto de inflexión, sobre todo en el sentido de radicalización de las posturas. Aunque debe tenerse cuidado con cualquier simplificación en este panorama complejo y cambiante, puede decirse que en general los sectores más influyentes y vociferantes –que siempre fueron los proaliados- pasaron de una neutralidad a secas a una neutralidad activa, cada vez más cercana a la implicación en la causa de la Entente. La intervención de las grandes figuras “progresistas” (políticas e intelectuales) como Unamuno, Lerroux, Melquíades Álvarez, Azaña o Araquistáin, trató de forzar la voluntad de los prohombres del turnismo, reacios en su conjunto (incluso el propio Romanones, el más aliadófilo) a una implicación militar para la que España no estaba en absoluto preparada. De hecho, esa fue la razón última por la que el país no entró en combate, aunque a punto estuvo de hacerlo en algún momento concreto. Para Francia e Inglaterra la aportación militar española era desdeñable y en último término más un problema que un refuerzo. Alemania, por su lado, combinó la presión con la provocación (hundimiento de buques españoles), con la certeza de que el país no se atrevería, como así fue, a pasar de las meras notas de protesta.
Aunque también se ocupa de individualidades y planteamientos teóricos (D’Ors, Ortega), a Fuentes le interesa más trazar un panorama general del debate político, la convulsión social, la controversia ideológica y la tensión cultural del momento. De ahí que sus referencias básicas sean los grandes diarios, las revistas, las actitudes públicas y los manifiestos. En cualquier caso, consigue una síntesis convincente y brillante de lo que supuso para España aquella coyuntura decisiva.

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