jueves, 10 de junio de 2010

El mundo es un buen lugar para morir

Estoy pensando en mis vacaciones. Barajo distintas posibilidades, desde Rusia a México. Sopeso pros y contras, sin decidir nada aún. Abro el periódico. Leo que los militares rusos que acudieron al lugar del accidente en el que murió el presidente polaco y buena parte de la clase dirigente de ese país (cuando acudían a la conmemoración de Katyn), no quisieron perder el tiempo en atender tanta carne chamuscada y se dedicaron rápidamente a labores más rentables. Como la de reunir todas las tarjetas de crédito que pudieron -supongo que tras una limpieza rápida de restos humanos, no sé si sesos, sangre, uñas o simplemente residuos carbonizados- para aprovechar la ocasión. Al fin y al cabo, pensarían, a sus propietarios ya no les hacía falta. Paso página y leo que en México en los últimos tres años han sido asesinados 900 niños en los ajustes de cuentas del narcotráfico. Los reconocen a veces porque llevan el uniforme del colegio. Aunque en otras ocasiones es más difícil porque los decapitan o los descoyuntan, y cada parte queda en un lugar distinto del basurero. El basurero como metáfora del mundo.

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